Colombia comenzó a vivir el
Mundial Brasil 2014 el 11 de Noviembre de 2013. Esta fecha, que siempre celebra
la independencia de Cartagena de Indias del dominio español, también fue una
ocasión para que unos guerreros, esta vez detrás de un balón y armados de
enorme talento, lograran empatar en Barranquilla un partido que estaba
totalmente perdido. Un 0-3 ante la selección de Chile no hacía presagiar buenas
cosas para la selección Colombia, pero la magia de James Rodríguez, y los goles
de Radamel Falcao García y Teo Gutiérrez consiguieron lo que parecía imposible:
Colombia volvía a un Mundial después de 16 años de decepciones e
improvisaciones. El camino no era fácil, pero ahí estábamos.
Un día cualquiera de enero,
muchos perdimos la tranquilidad con una noticia: un tal Soner Ertek, jugador de
un tal Chasselay de la cuarta división de Francia, lesionaría a Radamel Falcao
García, la máxima figura colombiana y estrella del fútbol mundial en el equipo
AS Mónaco. No era cualquier lesión, en tanto que el ligamento del colombiano se
rompió, y su recuperación tomaría 6 meses o más, con lo cual era casi imposible
que el delantero pudiese disputar Brasil 2014 con su selección. Una tristeza impresionante
vivió el país, y el mundo de fútbol en general al conocer la noticia.
Afortunadamente, el entrenador del equipo nacional, José Pékerman nunca demostró
su desasosiego ante la noticia.
Colombia se comenzaba a preparar
para el Mundial. La gente compraba sus álbumes, láminas, televisores, figuras
de la mascota Fuleco y demás. A diferencia de otros torneos, no hubo euforia
alrededor de la selección, sino más bien un prudente optimismo, que se fue
minando un poco con las lesiones de Edwin Valencia, Aldo Ramírez, Amaranto Perea,
y la confirmación de la ausencia de Radamel Falcao en el torneo.
A Colombia le correspondió un
grupo más o menos parejo en el papel. Como cabeza de grupo por ser uno de los
mejores equipos en la clasificación de la FIFA, la selección enfrentaría a
Grecia (que venció a nuestro “coco” Rumania en el repechaje europeo), la fuerte
selección de Costa de Marfil, y una presuntamente evolucionada selección de
Japón. El primer rival sería el equipo europeo, caracterizado por ser un equipo
mezquino en ataque, pero efectivo en defensa.
El sábado 14 de Junio sería la
fecha del retorno de Colombia a un Mundial. En 1998 nos habíamos despedido con
las lágrimas de Faryd Mondragón, pero aquel día 14, las lágrimas serían a otro
precio. Un día antes de elegir Presidente, el estadio de Belo Horizonte vibraba
con miles de colombianos en sus tribunas, esperando un buen debut de sus
compatriotas. Solo bastaron 6 minutos para que Pablo Armero deleitara al mundo
con sus goles y su baile. Teo Gutiérrez convertiría el segundo gol, y el
tercero vendría de esa zurda prodigiosa y poética de quien llegara como promesa
y se despediría como realidad, un crack llamado James Rodríguez. Júbilo
inmortal.
Brasilia, aquella pequeña ciudad
construida sobre planos para ser capital de Brasil, sería testigo de otra nueva
función de la selección Colombia. Costa de Marfil fue el rival, mucho más difícil
que el europeo, pero Colombia también lograría sobrepasarlo. Esta vez, un
monumental gol de cabeza de James Rodríguez y un certero contragolpe del joven
Juan Fernando Quintero marcarían la diferencia a pesar del hermoso gol de Gervinho.
Colombia hacía la reserva de su tiquete para octavos de final. Cesó la horrible
noche.
Ante Japón, Colombia se dio el
lujo de alinear varios suplentes, y con ellos también las dudas aparecían en un
errático primer tiempo empatado 1-1. Pékerman hizo uso de su experiencia y
envió al mago a la cancha. James Rodríguez puso el acelerador para que Jackson
Martínez, su excompañero en el FC Porto marcara 2 goles que resolverían el
partido, al que todavía le quedaba una pintura de James Rodríguez para el 4-1,
y para que el mundo le rindiera un homenaje a Faryd Mondragón, quien se
convertiría a sus 43 años en el jugador más veterano en pisar la cancha en un
Mundial. El abrazo entre Pékerman y Mondragón
nos mostró que el fútbol no solo está hecho de goles. 9 puntos de 9 posibles
en la primera ronda. Colombia se baña en sangre de héroes.
El sábado 28 de Junio de 2014
será recordado como el día más importante de la historia del fútbol colombiano.
El mítico Maracaná sería el escenario donde la selección Colombia mostraría su
mejor repertorio ante una selección de Uruguay siempre difícil, y esta vez más,
después de la sanción para su delantero Luis Suárez por morder a un rival en el
partido contra Italia. En el minuto 28 del juego el mundo quedaría enmudecido
ante una obra de arte de James Rodríguez, quien sin dejar caer el balón,
dispara desde fuera del área con su fenomenal pierna zurda para vencer al
portero Muslera. Un gol para reír, para llorar, para celebrar toda la vida. De
esos momentos que uno agradece poder estar vivo para poderlos presenciar.
Llegaría una brillante jugada colectiva que esta vez la derecha de James
resolvería. 2-0 y Colombia pasaba a cuartos de final por primera vez en su
historia. El país festejaría como nunca y la selección Colombia se convertía de
nuevo en un referente de buen fútbol. ¡Oh, gloria inmarcesible!
El rival de la siguiente fase
sería Brasil, el equipo local. Ese equipo no estaba acorde a su historia llena
de talento, sino a una realidad donde para ganar es necesario el juego rudo, e
incluso las ayudas arbitrales para sopesar un equipo sin inspiración. En ese
partido Colombia empezó con dudas y al minuto 7 una desconcentración comenzaba
a acabar el sueño colombiano. 1-0 terminaría el primer tiempo, donde Colombia no
se encontró en la cancha, pero sí con el
excesivo juego fuerte de su rival, ante la complicidad del juez español Carlos
Velasco.
El segundo tiempo fue distinto. Con
cambios desde el banco y con mucho amor propio, Colombia buscaría el empate. En
un tiro libre, el defensa David Luiz marcaría el segundo para Brasil, y luego
James, el gran James, en un penalti pondría la cuota de sufrimiento para ese
Brasil de mentiras que 3 días después tendría la humillación de la vida al caer
7-1 ante una selección alemana inspirada. Terminaba el partido, y las lágrimas
de James Rodríguez, goleador del torneo con 6 tantos, nos mostraban que todo lo
que tenía la selección había quedado en la cancha en ese segundo tiempo.
Colombia se despedía como un gigante de ese Mundial. Su varonil aliento, de
escudo les sirvió.
Brasil 2014 quedará en la memoria
de todos los colombianos, quienes vimos a una selección llena de valores, tanto
humanos como deportivos, que nos demostró que los sueños se pueden hacer
realidad. Ojalá como sociedad valoremos todo lo grandioso que nos trajo esta
selección y podamos adaptarlo a nuestra vida diaria. El camino apenas comienza.
Ojalá no se acabe nunca.