lunes, 12 de diciembre de 2016

Preguntas para 2017

En 2016 pasó de todo. Ganaron los menos esperados, hubo noticias todos los días, y cómo siempre, muchas preguntas quedan en el aire. Muchos de los hechos de 2016 quedan con un signo de interrogación o con “Esta historia continuará”. “Laboratorio Cínico”, su blog que siempre queda en “continuará”, le hace unas preguntas a este año que comienza:

-         ¿Será que el SITP deja de ser provisional?

-         ¿Será que Trump cumple algo de lo que prometió?

-         ¿Será que la Selección Colombia puede lograr unos tiquetes a Rusia?

-         ¿Será que James cambia de equipo?

-         ¿Será que Nairo se gana el Tour?

-         ¿Será que la carrera musical de Amparo Grisales y Aura Christina Geithner despega?

-         ¿Será que Millonarios sí sale con algo en esta Copa Libertadores?

          ¿Será que Uribe hará algo constructivo por alguien?

-         ¿Será que nuestro ego nos deja de molestar?

-         ¿Será que Maduro madura?

-         ¿Será que dejamos de escuchar Reggaetón?

-         ¿Será que por fin se acaba el caso Colmenares?

-         ¿Será que por fin uno creerá en la Justicia?

-         ¿Será que por fin uno creerá en el Congreso?

-         ¿Será que por fin la corrupción estará en sus justas proporciones?

-         ¿Será que por fin dejamos de revivir a gente como Andrés Pastrana?

-         ¿Será que por fin se retira Jota Mario Valencia de la TV?

-         ¿Será que por fin dejamos de creer en memes y cadenas de Whatsapp?

-         ¿Será que América queda campeón? ¿O tal vez descienda de nuevo?

-         ¿Será que por fin dejamos la cultura traqueta?

-         ¿Será que por fin dejamos de colarnos en el transporte público?

-         ¿Será que aparecerá “Laboratorio Cínico” más seguido?


¡Un feliz 2017 para todos ustedes!


lunes, 18 de julio de 2016

En un hecho de intolerancia

Se habla mucho de la paz en estos tiempos, y eso es bueno. Es curioso que se hable en una época en que es muy evidente que el odio manda en la sociedad. Los noticieros muestran todos los días “hechos de intolerancia”, hay países que quieren cerrar sus puertas en vez de abrir de abrirlas, y se desatan conflictos por creencias religiosas, políticas, y hasta futbolísticas.

Tal vez las redes sociales sean un combustible para que todo esto se presente. Nunca antes se había tenido una vitrina democrática para demostrar los amores y odios de cada quién, y es que solo basta hacer un comentario para que un contradictor lo responda de manera descarnada y muchas veces soez. Se pierde el derecho de estar en desacuerdo, de disentir, de exponer opiniones contrarias. “Si no piensas igual a mí, eres mi enemigo” es lo que uno podría interpretar muchas veces.

Siempre me ha llamado la atención la gente que pelea por política, o peor aún, por políticos. A veces se presencian unas fuertes batallas verbales por gente que nunca meterá las manos al fuego por quien lo defiende con vehemencia en las redes. Y muy seguramente aquellos políticos con el tiempo serán aliados de su actual opositor, o se tomarán un café riéndose de lo crédulos que son sus defensores de oficio sin oficio.

Pasa en los deportes también, no solo con las peleas por los colores (parecidas a las políticas), sino esa sensación de delegar en los deportistas nuestras propias frustraciones. Ellos tienen que ganar para que yo me sienta ganador, pero si pierden, es como si negaran mi alegría, razón para voltearles la espalda. Como se ama, se odia. Nuestra incondicionalidad es efímera.

No se tiene tampoco tolerancia por quien falla. Esta nueva sociedad de redes sociales nos demuestra que nadie tiene derecho a fallar. Nadie puede cometer un error minúsculo, porque de inmediato esta persona es condenada en las redes sociales. A veces un error ortográfico puede recibir una condena social mayor a la de un asesino.

La tolerancia por la vida de los demás es escasa. Se encasilla al que se aficiona a algo, al que le gusta un determinado tipo de música, al que tiene determinada inclinación sexual, política o ideológica. Somos implacables y felices juzgando. Si no es como uno, no es normal. Aunque, realmente, ¿para qué ser normal? Uno aprende de lo diferente.

Incluso, en nuestra vida diaria, a veces nos molestamos sin razón con nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros amigos o nuestros hijos. En no pocas ocasiones los problemas o frustraciones de la vida diaria se descargan injustamente en ellos, sobre todo si ellos son los que están con nosotros en los momentos difíciles, y no los políticos, deportistas, y demás.


Y muchas de estas actitudes pueden provenir de la escasa tolerancia que uno puede tener con su propia persona. Tal vez haya miembros de la sociedad con tal carga de furia y frustración acumulada con su propia vida, que encuentren en esta etapa de la historia, más democrática que las anteriores, una vía de escape y una manera de desfogar las emociones, que lastimosamente, lleva más de una vez a que haya un hecho de intolerancia.

domingo, 1 de mayo de 2016

Servicio al Cliente

Usted tal vez recordará la vieja serie de televisión del “Increíble Hulk”, en la que el Dr. David Banner se convertía en el monstruo verde cuando algo lo ponía de mal genio. En la secuencia de la serie, Banner le decía a un insistente reportero llamado Mc Gee: “No me provoque, no soy yo cuando me enojo”.

Lo anterior creo que nos ha pasado a todos cuando enfrentamos un trámite ante una oficina de servicio al cliente en el momento en que uno de sus jóvenes inexpertos asesores nos dice cosas como “No sabría decirle” o “Lo entiendo, pero igual la visita solo se puede programar para dentro de una semana”.

El servicio al cliente es un tópico al que muchas veces no se le brinda la importancia que debiera, siendo que muchas veces suele más importante que el producto en sí. Cuando uno compra cosas, muchas veces se recuerda la experiencia en sí: si la tienda era grande, si había luces, si el vendedor era amable, si la vendedora era bonita, etc. Pero una marca que tenga un producto muy bueno puede ser destruida por una actitud displicente de una cajera, o del mal genio de un asesor. Una persona puede dejar de ir a una tienda por el simple hecho de que alguien le pregunta mil veces “¿A la orden?” cuando se miran las estanterías de cada pasillo. Muchas veces la intensidad intimida, y suele pasar en muchos aspectos de la vida.

Un ejemplo de incómodo servicio al cliente es cuando se llama a una empresa de telecomunicaciones. A veces la rabia comienza al mismo momento de la llamada, cuando una grabación nos dice que “Aunque estemos ocupados, tu llamada es muy importante para nosotros”, y así este mensaje suena los primeros 5 o 6 minutos de la llamada. Por ahí al minuto 7 contestan y uno habla como con 4 personas más hasta que finalmente pasa al teléfono la persona que “va a resolver el problema”. Mientras eso, uno comienza a hacer disertaciones como “¿Por qué la comunicación se oye tan mal si estoy llamando a una empresa de telecomunicaciones? o ¿En cuánto me irá a llegar el recibo si me siguen haciendo esperar?

Cuando pasa al teléfono la persona indicada, comienza a preguntar obviedades del tipo “¿De qué línea me llama? ¿La línea sirve?” para llegar a “Reinicie el equipo”, y terminar con “El técnico pasará dentro de 4 días en horas de la tarde” (Horas de la tarde, léase de 12 m a 5 p.m.). El sistema gana y uno se lleva una dolorosa derrota.

Los restaurantes son lugares donde el servicio al cliente es supremamente importante, porque si el servicio es malo, el cliente no vuelve. Si un plato está mal presentado, no habla bien del establecimiento, así tenga el sabor más agradable del planeta. Del mismo modo si la actitud del mesero es hostil o si se nota displicencia, un cliente puede optar por otra opción. Así como también es de admirar la recursividad de ciertos meseros, que cuando no hay un plato disponible, intentan ofrecer cualquier tipo de combinación posible con tal de no perder al cliente.

A muchos nos ha pasado que hacemos una larga fila y el cajero o el asesor se va a almorzar con toda la tranquilidad del caso. No importa si hay mucha gente esperando desde varias horas. Pasa en los supermercados que suele haber 10 cajas y solo en una atienden, como si poner un cajero más disminuyera las ya enormes ganancias de los establecimientos comerciales. Aunque en muchos casos, y para ser justos, los clientes que no tienen claro lo que quieren son los que entorpecen los servicios.

Casos pueden haber muchos. Imaginen una estación de servicio, una venta de tiquetes, un aeropuerto, una panadería, o el lugar que más frecuente. La parte humana de una empresa es su carta de presentación, y más en esta época de redes sociales e inmediatez, donde cualquier error se difunde rápidamente y puede lesionar para siempre la reputación de una empresa.

Por lo pronto, si usted tiene una queja o reclamo sobre este artículo, puede comunicarse con nuestro departamento de servicio al cliente. Su opinión es muy importante para nosotros. Trabajamos para mejorar.


Gracias y vuelva pronto.

lunes, 22 de febrero de 2016

Demasiada Información


Después de una jornada laboral matutina, cualquier persona quiere disfrutar su almuerzo, y de paso, aprovechar para informarse y así poder comentar las noticias con los compañeros de trabajo. Uno esperaría que el insumo de esas conversaciones fueran noticieros con informaciones relevantes y análisis bien desarrollados, pero infortunadamente la realidad es distinta.

Los temas de conversación terminan siendo relacionados con la pelea de una pareja en la costa, de la madre de familia que vengó todas sus penas y pesares golpeando a su pequeño hijo, o como lo vimos recientemente, conversaciones íntimas entre personajes públicos. Las noticias dejaron de ser hechos relevantes, y pasaron a ser un collage de videos caseros con visos de crónica roja. No hay filtros.

Un televidente, que de por sí poco exige en términos de contenido, podría pensar que el comité de redacción de un medio es pasar recolectando videos de cámaras de seguridad en la madrugada y buscar qué es lo que puede tener mayor impacto. Ya nada tiene que ver que se pueda firmar la paz o que pueda estallar una crisis financiera, todo sucumbe ante el show mediático de una agresión, de un robo, de una alcantarilla destapada donde caiga un niño y se pueda mostrar a la mamá agobiada llorando. Eso vende, y si vende, es sostenible en el tiempo.

Casi siempre esa información sobra. Los videos virales si bien muchas veces han sido el camino a la fama de uno que otro adolescente, también pueden acabar vidas. Ya nadie puede cometer el más mínimo error porque el “Gran Hermano” está ahí, grabando con su dispositivo cualquier evento llamativo para que el público, siempre juez implacable, condene con furia el hecho.

Ya poco se ve ese periodismo de investigación en el que el televidente aprende y puede ver las distintas caras de una historia para tomar una posición. Ya cada historia que vemos es tan desechable, que nos entrega de una vez al culpable sin siquiera analizar el asunto. Y es una sucesión de culpables, que lejos de darnos una luz de optimismo sobre el porvenir de esta sociedad, nos muestra que esa manida frase que dice que “Los buenos somos más” puede que no sea la más idónea para describirnos.


Bueno sería que en estas épocas se replanteara la información que nos brindan los noticieros. Una mejor sociedad se puede forjar a partir del análisis, de los buenos debates y de realmente estar bien informados. No es justo que en los pocos momentos en que las personas pueden intercambiar ideas, los temas simplemente se reduzcan a lo light, a lo efímero y a lo que no aporta nada. Tal vez sea mejor tener menos información y que se preste para un mejor análisis, y no demasiada información irrelevante, que no se traduce en ningún rédito para la sociedad.

sábado, 1 de noviembre de 2014

Cínico Cinismo

“A Brasil le metieron 7 y ahí están”. La frase la dijo el ex técnico español de Millonarios, Juan Manuel Lillo, después de que el equipo perdiera 5 -0 contra Atlético Nacional, uno de sus mayores rivales y con quien comparte ser el que más títulos ganados tiene en la liga colombiana. Esa frase cayó muy mal ante los hinchas del equipo de Bogotá, en tanto que el entrenador ibérico no parecía preocupado por el muy bajo rendimiento de su equipo en la cancha, ante su histórico rival.

El cinismo es parte de la vida diaria en nuestra realidad. Se hacen y se dicen muchas cosas que son escandalosas por lo que significan y por la manera en que se dicen. La sociedad cada vez se conmueve menos y tiende a aceptar esto como una parte de la cultura.

En los buses, y ahora en los articulados de Transmilenio, hay gente con diversas necesidades que pide dinero. Algunos venden cosas, otros improvisan frases de rap que no riman, pero también hay otros que simplemente, y de la manera más descarada y fresca, piden y ya. “Colabórenme porque tengo que pagar el arriendo” es una frase recurrente que dicen personas que no pasan de 50 años para pedir dinero en los medios de transporte, y lo hacen sin siquiera aprenderse un poema o cantar mal la estrofa de una canción. Es decir, ¿el usuario de bus aparte tiene que pagar el arriendo de otro porque sí, sin que esa persona haga el menor esfuerzo? Pasados y descarados.

La política es un caldo de cultivo para actos cínicos. El “fue a mis espaldas” del Presidente Ernesto Samper Pizano entre 1994 y 1998 fue una prueba de ello. Todos vieron enorme corrupción y dinero mafioso en su campaña presidencial, menos él. Ahora, irónicamente, pontifica sobre políticas antidroga. Ni hablar del “cohecho de uno” de Yidis Medina para poder cambiar la Constitución en favor de la reelección de Álvaro Uribe Vélez, o del descaro de políticos y contratistas que saquearon la capital del país y realizan fiestas ostentosas en sus sitios de reclusión.

Las calles también dan muestras de cinismo. El auto, la bicicleta o el peatón que ignoran el significado de un semáforo en rojo, y si se les dice algo, así sea con el fin de proteger su vida, responden con un improperio. El uso de la silla azul de los buses por parte de cansados adolescentes y muchachas con ínfulas de princesa, haciendo que el anciano con dolores en sus huesos o la mamá que carga su pequeño hijo, tengan que soportar un horrible experiencia de pie en un transporte lleno ante los ojos indolentes de la gente. Hace unos días se pudo ver el cinismo de algunas personas que apoyaron el hecho de colarse en buses porque subía $100 el pasaje, y muy seguramente, quienes se colan usualmente en los buses, o los que se sientan en los fuelles y obstaculizan las puertas, son los primeros que protestan.

Cinismo en los grupos terroristas que no reconocen sus crímenes. Cinismo en los políticos que incumplen sus promesas. Cinismo en quien se aprovecha del débil. Cinismo en quien maltrata o malversa los recursos de todos. Cinismo en quien engaña. Cinismo en la gente que puede ayudar y no lo hace. Cinismo en casi todas partes.


Y hoy, y ojalá por única vez, cinismo en “Laboratorio Cínico”.

domingo, 20 de julio de 2014

Brasil 2014, no te acabes nunca: La selección Colombia

Colombia comenzó a vivir el Mundial Brasil 2014 el 11 de Noviembre de 2013. Esta fecha, que siempre celebra la independencia de Cartagena de Indias del dominio español, también fue una ocasión para que unos guerreros, esta vez detrás de un balón y armados de enorme talento, lograran empatar en Barranquilla un partido que estaba totalmente perdido. Un 0-3 ante la selección de Chile no hacía presagiar buenas cosas para la selección Colombia, pero la magia de James Rodríguez, y los goles de Radamel Falcao García y Teo Gutiérrez consiguieron lo que parecía imposible: Colombia volvía a un Mundial después de 16 años de decepciones e improvisaciones. El camino no era fácil, pero ahí estábamos.

Un día cualquiera de enero, muchos perdimos la tranquilidad con una noticia: un tal Soner Ertek, jugador de un tal Chasselay de la cuarta división de Francia, lesionaría a Radamel Falcao García, la máxima figura colombiana y estrella del fútbol mundial en el equipo AS Mónaco. No era cualquier lesión, en tanto que el ligamento del colombiano se rompió, y su recuperación tomaría 6 meses o más, con lo cual era casi imposible que el delantero pudiese disputar Brasil 2014 con su selección. Una tristeza impresionante vivió el país, y el mundo de fútbol en general al conocer la noticia. Afortunadamente, el entrenador del equipo nacional, José Pékerman nunca demostró su desasosiego ante la noticia.

Colombia se comenzaba a preparar para el Mundial. La gente compraba sus álbumes, láminas, televisores, figuras de la mascota Fuleco y demás. A diferencia de otros torneos, no hubo euforia alrededor de la selección, sino más bien un prudente optimismo, que se fue minando un poco con las lesiones de Edwin Valencia, Aldo Ramírez, Amaranto Perea, y la confirmación de la ausencia de Radamel Falcao en el torneo.
A Colombia le correspondió un grupo más o menos parejo en el papel. Como cabeza de grupo por ser uno de los mejores equipos en la clasificación de la FIFA, la selección enfrentaría a Grecia (que venció a nuestro “coco” Rumania en el repechaje europeo), la fuerte selección de Costa de Marfil, y una presuntamente evolucionada selección de Japón. El primer rival sería el equipo europeo, caracterizado por ser un equipo mezquino en ataque, pero efectivo en defensa.

El sábado 14 de Junio sería la fecha del retorno de Colombia a un Mundial. En 1998 nos habíamos despedido con las lágrimas de Faryd Mondragón, pero aquel día 14, las lágrimas serían a otro precio. Un día antes de elegir Presidente, el estadio de Belo Horizonte vibraba con miles de colombianos en sus tribunas, esperando un buen debut de sus compatriotas. Solo bastaron 6 minutos para que Pablo Armero deleitara al mundo con sus goles y su baile. Teo Gutiérrez convertiría el segundo gol, y el tercero vendría de esa zurda prodigiosa y poética de quien llegara como promesa y se despediría como realidad, un crack llamado James Rodríguez. Júbilo inmortal.

Brasilia, aquella pequeña ciudad construida sobre planos para ser capital de Brasil, sería testigo de otra nueva función de la selección Colombia. Costa de Marfil fue el rival, mucho más difícil que el europeo, pero Colombia también lograría sobrepasarlo. Esta vez, un monumental gol de cabeza de James Rodríguez y un certero contragolpe del joven Juan Fernando Quintero marcarían la diferencia a pesar del hermoso gol de Gervinho. Colombia hacía la reserva de su tiquete para octavos de final. Cesó la horrible noche.

Ante Japón, Colombia se dio el lujo de alinear varios suplentes, y con ellos también las dudas aparecían en un errático primer tiempo empatado 1-1. Pékerman hizo uso de su experiencia y envió al mago a la cancha. James Rodríguez puso el acelerador para que Jackson Martínez, su excompañero en el FC Porto marcara 2 goles que resolverían el partido, al que todavía le quedaba una pintura de James Rodríguez para el 4-1, y para que el mundo le rindiera un homenaje a Faryd Mondragón, quien se convertiría a sus 43 años en el jugador más veterano en pisar la cancha en un Mundial. El abrazo entre Pékerman y Mondragón nos mostró que el fútbol no solo está hecho de goles. 9 puntos de 9 posibles en la primera ronda. Colombia se baña en sangre de héroes.

El sábado 28 de Junio de 2014 será recordado como el día más importante de la historia del fútbol colombiano. El mítico Maracaná sería el escenario donde la selección Colombia mostraría su mejor repertorio ante una selección de Uruguay siempre difícil, y esta vez más, después de la sanción para su delantero Luis Suárez por morder a un rival en el partido contra Italia. En el minuto 28 del juego el mundo quedaría enmudecido ante una obra de arte de James Rodríguez, quien sin dejar caer el balón, dispara desde fuera del área con su fenomenal pierna zurda para vencer al portero Muslera. Un gol para reír, para llorar, para celebrar toda la vida. De esos momentos que uno agradece poder estar vivo para poderlos presenciar. Llegaría una brillante jugada colectiva que esta vez la derecha de James resolvería. 2-0 y Colombia pasaba a cuartos de final por primera vez en su historia. El país festejaría como nunca y la selección Colombia se convertía de nuevo en un referente de buen fútbol. ¡Oh, gloria inmarcesible!

El rival de la siguiente fase sería Brasil, el equipo local. Ese equipo no estaba acorde a su historia llena de talento, sino a una realidad donde para ganar es necesario el juego rudo, e incluso las ayudas arbitrales para sopesar un equipo sin inspiración. En ese partido Colombia empezó con dudas y al minuto 7 una desconcentración comenzaba a acabar el sueño colombiano. 1-0 terminaría el primer tiempo, donde Colombia no se encontró en la cancha,  pero sí con el excesivo juego fuerte de su rival, ante la complicidad del juez español Carlos Velasco.

El segundo tiempo fue distinto. Con cambios desde el banco y con mucho amor propio, Colombia buscaría el empate. En un tiro libre, el defensa David Luiz marcaría el segundo para Brasil, y luego James, el gran James, en un penalti pondría la cuota de sufrimiento para ese Brasil de mentiras que 3 días después tendría la humillación de la vida al caer 7-1 ante una selección alemana inspirada. Terminaba el partido, y las lágrimas de James Rodríguez, goleador del torneo con 6 tantos, nos mostraban que todo lo que tenía la selección había quedado en la cancha en ese segundo tiempo. Colombia se despedía como un gigante de ese Mundial. Su varonil aliento, de escudo les sirvió.


Brasil 2014 quedará en la memoria de todos los colombianos, quienes vimos a una selección llena de valores, tanto humanos como deportivos, que nos demostró que los sueños se pueden hacer realidad. Ojalá como sociedad valoremos todo lo grandioso que nos trajo esta selección y podamos adaptarlo a nuestra vida diaria. El camino apenas comienza. Ojalá no se acabe nunca.